Volvemos a las andadas con nuestros cuentos encadenados y ya hemos elaborado una nueva historia que podéis leer a continuación, ¿Còmo acabará? 🤔 ✍️📖😊:
"Era una noche preciosa,
llena de estrellas, pero la bruja Pelillos de Rata no tenía tiempo para
contemplarlas. Estaba muy ocupada
removiendo su caldero y echando ingredientes: cola de dragón, veneno de escorpión
y un ojo azul para hacer una maldición.
Se había vestido para la ocasión, sombrero de punta y zapatos de salón,
el silencio invadía esa noche, la bruja Pelillos estaba lista.
De repente, en el
reloj del ayuntamiento resonaron tres campanadas, eran las tres de la madrugada
y el ojo azul empezó a brillar flotando en aquel mejunje que en breves, daría
vida a su hijo, el ser que ella misma había creado. Y nació un 27 de septiembre, fue un hijo muy
deseado. Era bello por fuera y por
dentro, pero sobretodo noble. Tenía unos
ojos azules como el cielo, unos labios rojos como el fuego y rubio como el sol. El niño creció como todos los niños de su
edad, ni muy alto, ni muy bajo; ni muy gordo, ni muy delgado; ni muy revoltoso,
ni muy tranquilo… Pero eso sí, tenía una cualidad muy particular, y es que cada
vez que sentía cosquillas en su nariz … “¡Atchíis!" "¡Catchís!", el pequeño
cambiaba de apariencia, y así se quedaba, hasta el siguiente estornudo. Además, no siempre mutaba en la misma forma,
había sido unicornio, rayo, triciclo, diente de león…
Al principio, la
bruja Pelillos pasaba horas y horas buscando a nuestro peculiar amigo, hasta
que un día, cansada de buscarlo por todos los rincones de aquella casa sin
saber ni cómo, ni porqué desaparecía, decidió encerrarlo en una habitación y
vigilarlo día y noche por el pequeño agujero de la cerradura de la puerta. Sin embargo, el segundo día el niño volvió a
estornudar y desapareció de aquella casa.
La bruja al comprobar que el niño no estaba, fue directa al caldero sin
sacar su sombrero de pico y sus zapatos de tacón, al asomar la cabeza, curiosa
comprobó como la punta de la mágica nariz del niño, de su suculenta pócima
emergió. De golpe salió, realizó unas
cuantas cabriolas, de un brinco en su sombrero se encaramó y mirando a la bruja
le espetó:- “Quiero aprender a volar y en tu mágica escoba saber montar”- y antes
de que la bruja pudiera contestar, un sonido fuerte y estridente se oyó en el
exterior.
Tras semejante ruido, un silencio abrumador invadió la casa, pero tres golpecitos en la puerta hicieron que la bruja Pelillos y su hijo se miraran perplejos:
- ¡Pom! ¡Pom! ¡Pom! , - sonó la puerta.
- ¿Quién será? - preguntó el pequeño valiente mientras se acercaba para abrirla.
De pronto se abrió la puerta lentamente y allí estaba: ¡Florinda. la escoba más rápida, más mágica y más divertida que toda bruja deseaba tener! La bruja se presentó haciendo una venía y diciendo: -"Florinda la escoba mágica me llamo yo y seré su guía esta noche antes de que amanezca y cante el ruiseñor". -"¡Qué emoción!- exclamó el pequeño con tanta admiración, que su madre la bruja Pelillos no tuvo más remedio que acompañarlos en esta fantástica expedición.
Con abrigo en mano y bufanda de algodón vistió a su hijo bien abrigado para la ocasión. Se alista la escoba Florinda en posición y se sube la bruja Pelillos con su hijo, su adoración. Empiezan el recorrido y en el cielo las estrellas brillan con un peculiar esplendor, ¿será que saben que la bruja Pelillos con su hijo salió? La bruja Pelillos le miraba maravillada, sabía que estaba disfrutando de la experiencia, las estrellas la miraban y le sonreían: -"¡Brillaremos más para que el pequeño esté contento!"
La escoba Florinda empezó a volar maravillada por la felicidad. Pero en ese momento la bruja Pelillos gritó:
-"¡Detente escoba Florinda!"
La escoba sorprendida se detuvo anonadada sin saber que pasaba.
-"Mi hijo ha de saber que no todos tienen la misma suerte que tenemos nosotros, por eso quiero mostrarle lo que hace mi amigo Valentín, el panadero del pueblo.
La escoba Florinda, nada más escucharlo, volvió a ponerse en marcha y rápidamente llegaron a la panadería del pueblo y allí estaba Valentín, trabajando cada noche para que todo el mundo, al día siguiente tuviesen en sus casa el pan calentito, además de ayudar a los que no podían comprarlo. El señor Valentín era una persona muy querida y admirada por todos los habitantes del pueblo. A sus casi 90 años y ya bastante deteriorado, nunca había pensado dejar el negocio familiar, ya que trabajar en él le daba la vida. El niño, observó cómo Valentín trabajaba y trabajaba sin cesar y le dió tanta nostalgia y a la vez tanta ternura la labor que hacía por todos los habitantes del pueblo, que pensó que él también tenía que hacer algo a cambio por Valentín. Entonces el hijo de la bruja Pelillos formuló un conjuro:-"¡Hokus Pokus!".
Un montón de harina apareció ante los ojos de Valentín. Pelillos y su retoño decidieron quedarse para ayudar a hacer el pan pero debido a la escoba que volaba dando vueltas sobre el tejado ¡un montón de gente apareció atraída por el espectáculo! Trabajaban y amasaban sin parar pero no daban abasto, y peor aún... ¡se quedaron sin harina!
El pequeño brujo se puso nervioso y... “¡Atchíis!" "¡Catchís!" Volvió a transformarse, conviriéndose en un robot de cocina que amasaba el pan a a la velocida del rayo, despachando a todo el mundo en un santiamén. Pasaron los días y fue tan famosa la hazaña que panaderos del mundo entero acudieron a aprender a hacer pan tan bien y tan deprisa. Buscaron a Valentín y también a Pelillos, pero al niño no le encontraron porque cuando acudieron era primavera... ¡Y a saber donde se había metido!
Con abrigo en mano y bufanda de algodón vistió a su hijo bien abrigado para la ocasión. Se alista la escoba Florinda en posición y se sube la bruja Pelillos con su hijo, su adoración. Empiezan el recorrido y en el cielo las estrellas brillan con un peculiar esplendor, ¿será que saben que la bruja Pelillos con su hijo salió? La bruja Pelillos le miraba maravillada, sabía que estaba disfrutando de la experiencia, las estrellas la miraban y le sonreían: -"¡Brillaremos más para que el pequeño esté contento!"
La escoba Florinda empezó a volar maravillada por la felicidad. Pero en ese momento la bruja Pelillos gritó:
-"¡Detente escoba Florinda!"
La escoba sorprendida se detuvo anonadada sin saber que pasaba.
-"Mi hijo ha de saber que no todos tienen la misma suerte que tenemos nosotros, por eso quiero mostrarle lo que hace mi amigo Valentín, el panadero del pueblo.
La escoba Florinda, nada más escucharlo, volvió a ponerse en marcha y rápidamente llegaron a la panadería del pueblo y allí estaba Valentín, trabajando cada noche para que todo el mundo, al día siguiente tuviesen en sus casa el pan calentito, además de ayudar a los que no podían comprarlo. El señor Valentín era una persona muy querida y admirada por todos los habitantes del pueblo. A sus casi 90 años y ya bastante deteriorado, nunca había pensado dejar el negocio familiar, ya que trabajar en él le daba la vida. El niño, observó cómo Valentín trabajaba y trabajaba sin cesar y le dió tanta nostalgia y a la vez tanta ternura la labor que hacía por todos los habitantes del pueblo, que pensó que él también tenía que hacer algo a cambio por Valentín. Entonces el hijo de la bruja Pelillos formuló un conjuro:-"¡Hokus Pokus!".
Un montón de harina apareció ante los ojos de Valentín. Pelillos y su retoño decidieron quedarse para ayudar a hacer el pan pero debido a la escoba que volaba dando vueltas sobre el tejado ¡un montón de gente apareció atraída por el espectáculo! Trabajaban y amasaban sin parar pero no daban abasto, y peor aún... ¡se quedaron sin harina!
El pequeño brujo se puso nervioso y... “¡Atchíis!" "¡Catchís!" Volvió a transformarse, conviriéndose en un robot de cocina que amasaba el pan a a la velocida del rayo, despachando a todo el mundo en un santiamén. Pasaron los días y fue tan famosa la hazaña que panaderos del mundo entero acudieron a aprender a hacer pan tan bien y tan deprisa. Buscaron a Valentín y también a Pelillos, pero al niño no le encontraron porque cuando acudieron era primavera... ¡Y a saber donde se había metido!
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